lunes, 6 de mayo de 2013

VIAJE AL PAÍS VASCO




GUGGENHEIM

El Guggenheim aparece ante nosotros como una masa caótica de metales entrelazados que nada tiene que ver con la ciudad ni en tamaño ni en formas ni materiales. Predomina en cualquier ángulo en el que enfoques la ciudad, es muy llamativo. Al estar rodeado directamente por naturaleza (un parque, la ría...) no choca tanto con la antigua ciudad sino que embellece allá donde aparece ya que el hecho de que rompa la rutina visual alegra en gran medida.
Por otra parte, el carácter llamativo y chocante puede llegar a imponer, lo cual contradice la actitud exploradora que te hace pensar cómo se reflejarán esas curvas tan complejas en su interior. Podría invitar más a entrar si las entradas fueran en consonancia con el resto del edificio; al ser la unica parte recta, cuadriculada... Desanima un poco.

El interior desconcerta, no se asemeja al exterior de ningún modo, solo comparten formas curvas como tema principal pero no es el espacio cerrado aunque diáfano que me imajinaba, o en su defecto, túneles curvos y estrechos que recorren el espacio. Pero el espacio encontrado no deja nada que desear. Podemos llegar a sentirnos perdidos y envueltos, lo cual es la mejor sensación que he podido captar dentro (y que no había experimentado hasta el momento). Ir mirando las paredes, el techo alto, el suelo... Y sentirte completamente aislado, en una burbuja y llegarte a marear ligeramente con las luces azules y rojas parpadeantes. Cuando sientes todo esto deambulando por las pasarelas y pasillos te sentías acojido en algunas partes más estrechas y expuesto en las más grandes y abiertas. (Por supuesto todo esto excluye las salas de exposiciones que para mi gusto estan encajadas con alfileres dentro del modelo y del sentimiento del proyecto del Guggenheim). Me encantó darme cuenta de la complejidad del edificio cuando paseando entre salas y pasillos con unas compañeras, aparentemente en linea recta, aparecimos de repente otra vez en el punto de partida.
Lo que más favorece el planteamiento del edificio son las comunicaciones, la manera de moverse y perderse en su interior. Por esa razon los ascensores están a la vista y sin embargo no pasa igual con los baños, taquillas, salas, etc... Ni hay carteles que nos lo indiquen nada mas que lo justo y necesario para que casi no se vea.


Siendo un armazón por fuera casi hermético, como la coraza de un barco o un submarino; al entrar sorprende mucho la inmensa cantidad de luz que casi ni sabes por donde entra.
La escala va acorde con la sensación, o más bien al reves. Es una escala exagerada, monumental. Cuando te situas en la planta principal y te atreves a mirar hacia arriba te sientes mucho mas pequeño e insignificante aún.

En cuanto a los materiales, destacan cuatro: metal, piedra (marmol, creo), vidrio y yeso. Estos materiales bien podrían ser otros ya que mis conocimientos sobre el tema son escasos. Me llamó mucho la atención ese material blanco que recubría las formas más curvas. Un material que casi no parecía material, que me recordaba enteramente a un render de Kerkythea.

En conclusión, la función del edificio no es un museo en el que exponer sino un espacio en el que perderte ya que los añadidos de las salas de exposiciones casan más bien poco o menos con el resto del lugar. Esto tambien podemos entenderlo como reivindicación por parte del arquitecto, con palabras: esto no forma parte de mi proyecto, no está hecho para contemplar parado frente a una pared.


KURSAAL


El edificio contrasta con la parte antigua de la ciudad y con la zona de playa y paseo marítimo. Para míes un regalo, una grata sorpresa entre los edificios más antiguos (también bellos) de la ciudad.
Aunque como ya he dicho contrasta con la parte vieja, casa fácilmente gracias a estar rodeado de agua en su mayoría y también a que San Sebastián es una ciudad abierta a cambios de este tipo.
Al verlo sientes tranquilidad, la transparencia y frialdad del vidrio que lo recubre conjuga con el río y el mar; es apetecible contemplarlo el tiempo necesario.
Por otra parte, tanto rechaza como invita a entrar. El tratamiento de la luz se intuye y es eso lo que incita a la curiosidad pero, en contraposición al Guggenheim, las formas claras y sencillas te hacen observarlo cual escultura desde fuera, no entrar a explorarlo.

Como era de esperar, en el interior las formas sencillas se corresponden. La luz entra por todas partes e inunda el interior de forma discreta porque aun habiendo esa comunicación interior exterior, no se ve a traves de las paredes. Esta sensación desconcierta un poco.
Esto ocurre en las zonas de paso (los espacios justo detrás de esas paredes gigantescas de vidrio). En el interior del edificio hay otras estructuras totalmente aisladas que no dejan pasar la luz en ningún momento y que podrían hacerte sentir rechazado de no ser por que son espacios convencionales con los que estamos familiarizados (salas de actos, auditorios, salas de reuniones...).
Aunque no te orientas tanto como para no tener carteles, por supuesto, más que en el Guggenheim, donde la orientación era casi nula. Esta información puede estar distorsionada ya que en todo momento fuimos guiados por el personal del establecimiento que amablemente nos facilitaban toda la informacion necesaria sobre el edificio.
La iluminación, como ya he dicho, es excelente en las zonas que rodean los auditorios pero en la planta baja, donde se encuentran las salas de reunión,los espacios comunes se iluminan con una luz que aunque lo intentara (en mi opinión) no parecía natural (no lo era).
La escala, al igual que la luz, impresiona en los espacios de paso y comunicación, donde todo se desmaterializa y te haces pequeño. Sin embargo cuando entras en los espacios aislados pensados a escala totalmente humana esto no pasa.
En cuanto a los materiales, a parte del vidrio, que es el causante de todas las buenas sensaciones que he captado, solo puedo decir: suelo de roble, paredes de cedro canadiense y solo y exclusivamente en la sala de cámara, paredes de pino de Oregón.

En mi opinión, el espacio más apetecible y que más te acoje es el deambulatorio de cara al mar, donde la luz y la penumbra luchan gracias a un espacio más recojido, con alturas más bajas y unas vistas impresionantes por unas grandes aberturas en esas paredes de vidrio. Para mí es el único espacio en e Kursaal que consigue la evocación.

Quizás fue causa de la visita guiada de la cual no soy partidaria (y pienso que no fue util) pero mi experiencia en el Kursaal no fue del todo agradable e inspiradora. Como ya he dicho, aprovecharía solo un espacio para perderse mientras que el resto del establecimiento es bastante convencional quizás tambien por la necesidad. Supongo que en salas de reuniones, auditorios y demás, no se puede variar mucho lo que ya está escrito y por supuesto, la luz es necesariamente artificial. 



ZUZA
JORGE OTEIZA


Sobre el museo de Oteiza hay poco que escribir. Para empezar, el edificio simplemente no aparece ante nosotros sino que somos nosotros los que aparecemos ante él subiendo una larga escalinata que repentinamente acaba casi en la misma puerta y por tanto sobre el exterior del edificio no puedo decir más.
Una vez en el interior los espacios son muy abiertos y luminosos, con distintos recorridos que facilitan la deambulación que como se puede apreciar, es lo que más me gusta valorar de un edificio. Dentro nos sentimos resguardados de cualquier calamidad que pueda darse fuera, nos sentimos como en casa, percibí un aire a fortaleza.
En el interior, la orientación es fácil ya que hay numerosas aberturas en las paredes y a través de ellas puedes saber continuamente dónde estás además de favorecer al tránsito. Esto sumado a las grandes escaleras y a la larguísima rampa crea un espacio muy abierto a cualquier tipo de recorrido.
La iluminación es uniforme y ténue, lograda en su punto justo para la observación y examen de las esculturas de Oteiza. Se consigue con grandes lucernarios y ventanas más grandes aún.
La escala y los materiales son totalmente normales. No crean un símbolo distintivo en el edificio salvo quizás el color de las paredes, salmón, poco común.
En mi opinión el edificio está claramente enfocado a la exposición de las obras de Oteiza ya que no encuentro una finalidad más allá. Simplemente lo consigue de una mejor manera que los museos convencionales y más dinámicamente. Lo que me ha llamado más la atención de este lugar sin duda son los huecos en las paredes a diferentes alturas y de diferentes tamaños , para asomarte, para apoyarte, para pasar de una sala a otra...
Un grato viaje del que destacan los paseos por la playa que dificilmente son superados por ambientes cerrados. LA NATURALEZA SIEMPRE GANA

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